Hay muchos autores que desde distintos campos como la neurobiología, psicología, filosofía entre otras han contribuido a la comprensión de los procesos del pensamiento y las implicaciones de la música en el desarrollo humano. Se ha demostrado que cuando pensamos y actuamos sobre sonidos, nuestra red de neuronas se amplía con una serie de conexiones únicas, distintas a todas las demás. En 1995 G. Schlaug y sus colegas publicaron un ensayo en el que mostraban que la gran comisura que conecta los dos hemisferios cerebrales (cuerpo calloso) es más grande en los músicos profesionales.
Desde hace varios años, se viene estudiando y destacando la música como un elemento fundamental para el desarrollo del niño(a). La música, ya sea mediante el comportamiento de interpretación, de escucha o de composición, si ésta es adecuada, nos conduce a una rearmonización del estado de ánimo y de los sentimientos, además en la experiencia musical se activan procesos de intuición y percepción, simbolización, afectividad y abstracción. La capacidad de abstracción, se relaciona positivamente con el desarrollo de los aprendizajes matemáticos y la visión espacial.
La música es también uno de los lenguajes artísticos con los que el ser humano entra en contacto desde muy temprana edad y es la única de las artes que cuenta con un código propio, cuyo dominio implica niveles complejos de intelección. LaCárcel (1995), nos dice que algunas fuentes de estimulación temprana para el niño(a), son las que proporciona el adulto al bebé a través de la voz humana: empleando el “babytalk” y las “canciones de cuna”. Por medio de estas últimas además de proporcionarle al bebé bienestar y relajación se estrecha el vínculo de la madre con el hijo(a) y le llegan al bebé elementos musicales tales como compás, ritmo, sonoridad, contornos melódicos ascendentes o descendentes, etc.
Además de todos estos beneficios que brinda la música, ha sido y será siempre de vital importancia como medio de expresión.
Escrito por: Pamela Ochoa, Lic. Composición y Pedagogía.